Reflexionando sobre cosas, con una música de fondo que lo hace todo mucho más fácil, pensaba sobre lo que me gustaría compartir en este momento, de entre los retazos de todo aquello que ha acabado prendido de mi memoria. Libros que, quizás leidos por casualidad, como en este caso, han resultado más que conmovedores. Me gustaría transcribir un trozo de un libro que leí hace poco y que recomiendo fervientemente, no sólo porque enfoca la segunda guerra mundial desde un punto de vista diferente al que estamos acostumbrados, sino porque relata la historia, según lo veo, de una forma muy especial. El libro en cuestión es 'La ladrona de libros' de Markus Zusak.
Como puesta en escena, os contaré que la protagonista de la historia es una niña alemana que está aprendiendo a leer, inmersa ella y todo su entorno en plena guerra mundial, en el corazón de la alemania Nazi. El texto que paso a transcribir no desvela nada primordial del argumento de la historia, para alivio de todos aquellos que quieran animarse a leerlo, y la razón por la cual quiero resaltarlo, es simplemente por la simpleza y la belleza de aquello que puede unir a un conjunto inesperado de personas acurrucadas en el interior de un oscuro bunker, entre un millar de bombas que amenazan con devorarlos a todos.
"Incluso Rudy estaba completamente rígido, fingiendo despreocupación, tensando los músculos para combatir la tensión. Brazos y codos luchaban por hacerse sitio. Algunos adultos intentaban calmar a los niños. Otros ni siquiera conseguían calmarse a ellos mismos.
- ¡Haz callar a ese crío! - gritó frau Holtzapfel, aunque su voz no fue más que otro desventurado reproche en medio del frenético caos del refugio.
Mugrientas lágrimas asomaban a los ojos de los niños y el olor a alientos nocturnos, el sudor de sobaco y ropa sucia de varios días se mezclaba y bullía en lo que en esos momentos era un puchero donde flotaban humanos.
A pesar de que estaban una al lado de la otra, Liesel no tuvo más remedio que alzar la voz.
- ¿Mamá? - insistió-: ¡Mamá, me estás destrozando la mano!
- ¿Qué?
- ¡La mano!
Rosa la soltó, y para sustraerse al barullo del sótano, Liesel abrió uno de sus libros y empezó a leer en busca de consuelo. El primer libro de la pila era 'El hombre que silbaba' y lo leyó en voz alta para concentrarse. El primer párrafo llegó entumecido hasta sus oídos.
-¿Qué has dicho?-rugió su madre, pero Liesel la ignoró para no perderse ya en la primera página.
Al pasar a la siguiente, Rudy reparó en ella. Se fijó en lo que estaba leyendo y llamó la atención de sus hermanos con un golpecito en el hombro para que hicieran lo mismo. Hans Huberman se acercó y pidió silencio. La calma se abrió paso en el abarrotado sótano. A la tercera página, todo el mundo estaba en silencio menos Liesel.
El crujir de las páginas los cautivó.
Liesel continuó leyendo.
Compartió la historia durante unos veinte minutos. Su voz tranquilizó a los niños más pequeños y los demás imaginaron al hombre que silbaba huyendo de la escena del crimen. Liesel no. La ladrona de libros sólo veía la mecánica de las palabras, sus cuerpos varados en el papel, derribadas a golpes para que ella pudiera pisotearlas. En algún lugar también estaba Max, en los espacios entre un punto y la mayúscula siguiente. Recordó cuando le leía mientras estaba enfermo. ¿Estará en el sótano? ¿U otra vez al acecho de un pedacito de cielo? se preguntó."
Como puesta en escena, os contaré que la protagonista de la historia es una niña alemana que está aprendiendo a leer, inmersa ella y todo su entorno en plena guerra mundial, en el corazón de la alemania Nazi. El texto que paso a transcribir no desvela nada primordial del argumento de la historia, para alivio de todos aquellos que quieran animarse a leerlo, y la razón por la cual quiero resaltarlo, es simplemente por la simpleza y la belleza de aquello que puede unir a un conjunto inesperado de personas acurrucadas en el interior de un oscuro bunker, entre un millar de bombas que amenazan con devorarlos a todos.
"Incluso Rudy estaba completamente rígido, fingiendo despreocupación, tensando los músculos para combatir la tensión. Brazos y codos luchaban por hacerse sitio. Algunos adultos intentaban calmar a los niños. Otros ni siquiera conseguían calmarse a ellos mismos.
- ¡Haz callar a ese crío! - gritó frau Holtzapfel, aunque su voz no fue más que otro desventurado reproche en medio del frenético caos del refugio.
Mugrientas lágrimas asomaban a los ojos de los niños y el olor a alientos nocturnos, el sudor de sobaco y ropa sucia de varios días se mezclaba y bullía en lo que en esos momentos era un puchero donde flotaban humanos.
A pesar de que estaban una al lado de la otra, Liesel no tuvo más remedio que alzar la voz.
- ¿Mamá? - insistió-: ¡Mamá, me estás destrozando la mano!
- ¿Qué?
- ¡La mano!
Rosa la soltó, y para sustraerse al barullo del sótano, Liesel abrió uno de sus libros y empezó a leer en busca de consuelo. El primer libro de la pila era 'El hombre que silbaba' y lo leyó en voz alta para concentrarse. El primer párrafo llegó entumecido hasta sus oídos.
-¿Qué has dicho?-rugió su madre, pero Liesel la ignoró para no perderse ya en la primera página.
Al pasar a la siguiente, Rudy reparó en ella. Se fijó en lo que estaba leyendo y llamó la atención de sus hermanos con un golpecito en el hombro para que hicieran lo mismo. Hans Huberman se acercó y pidió silencio. La calma se abrió paso en el abarrotado sótano. A la tercera página, todo el mundo estaba en silencio menos Liesel.
El crujir de las páginas los cautivó.
Liesel continuó leyendo.
Compartió la historia durante unos veinte minutos. Su voz tranquilizó a los niños más pequeños y los demás imaginaron al hombre que silbaba huyendo de la escena del crimen. Liesel no. La ladrona de libros sólo veía la mecánica de las palabras, sus cuerpos varados en el papel, derribadas a golpes para que ella pudiera pisotearlas. En algún lugar también estaba Max, en los espacios entre un punto y la mayúscula siguiente. Recordó cuando le leía mientras estaba enfermo. ¿Estará en el sótano? ¿U otra vez al acecho de un pedacito de cielo? se preguntó."
1 comentario:
Me has convencido... lo buscaré... en cuanto acabe seis o siete de la treintena de libros que tengo a medio leer.
La escena del refugio es muy sugerente y me ha encantado.
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